Quien conoce a Paco conoce a la poesía viva (su figura, su mirada, su palabra); impregnado de grandes como Bécquer, Machado o Cernuda, es fácil dar con el resorte de su lirismo, ya que el poeta sevillano conjuga el estudio del que siente y lee con la sabiduría del que escucha la guitarra y sus requiebros en el directo de la vida.
Moverse por sus letras es como asistir al mejor espectáculo de un tablao flamenco donde confluyen sentires de alegría y tristeza, de amor y soledad, de ganancias y pérdidas...Su palabra cala al son de las palmas libres y el compás del corazón.
La memoria y cada uno de sus cauces conforman un pozo de latidos enigmáticos:
Los puentes que cruzamos
los ríos que perdimos
las huellas que dejamos
andando los caminos...
Pero aunque el mundo de las pasiones se experimenta desde el interior y en singular pues cada historia de amor es distinta, el amor al que canta Paco (por soleares, alegrías, fandangos...etc.) es el amor a la vida, por lo tanto es universal.
Siempre tendrás, poesía
mis labios, junto a tus labios
mi corazón, fuego ardiente
tu alma junto, a la mía
Y en este río de la vida, en este universo que queda reducido a un simple escenario en el que caben cómicos, malabares, mercenarios, payasos... etc. (imprescindibles todos, como él enumera) cabe destacar a la mujer misteriosa que zapatea soberana sobre tierra andaluza.