En esta novela biográfica, José León Sánchez nos presenta a un personaje único en la historia musical de México, a la inolvidable Chavela Vargas, quien perteneció a una época dorada del cancionero mexicano, junto a grandes artistas como Agustín Lara, José Alfredo Jiménez, Antonio Bribiesca, Lucha Villa, entre muchos otros; la misma que fue amiga de artistas como Diego Rivera, Frida Kahlo y Juan Rulfo; la Chavela Vargas de la que Joaquín Sabina dijo alguna vez "Quien supiera reír como llora Chavela"; la Chavela que fue rescatada de las calles y reivindicada como artista en España y otras ciudades de Europa por el famoso director de cine español don Pedro Almodóvar Caballero.
"Al florecer las rosas madrugaron..." es el título original de esta novela biográfica, que hoy, en ausencia de la protagonista y del autor, hemos querido reivindicar con el nombre de Chavela Vargas: el alma de la música mexicana, para hacerle honor a quien honor merece.
Chavela Vargas, una chiquilla tullida a causa de la poliomielitis, que nació entre cafetales en San Joaquín de Flores (Heredia - Costa Rica), que milagrosamente logró reponerse de su postración y se levantó de aquella cama, con una cojera que delataba su enfermedad. Pero como ocurre con las águilas, los jilgueros y los zopilotes, tan pronto como pudo comenzó a soñar con volar alto.
La oportunidad le llegó cuando se presentó un circo en su pueblo y allí conoció a un trapecista del que se enamoró. La frescura de sus años y de su piel atrapó a Juan y ella se dejó llevar, no solo por la pasión, sino por el propio Juan quien se la llevó con el circo para Cuba... y aquí comenzó su vuelo por la vida. Su primer gran amor y su primera desilusión quedaron en Cuba, donde el desgraciado Juan ya no la quiso más y ella debió iniciar su periplo en México. No como las grandes. No como los águilas, sino como los zopilotes: viviendo de las sobras de los pobres más pobres en el barrio más pobre de los pobres y el más grande de los barrios más pobres de México: en Tepito.
Sin embargo, aquel zopilotucho tenía alma de jilguero. En su pecho se arrebujaba el canto melodioso que llena el verde bosque de ilusión y de melancolía a la vez. ¡Ay! Pero ¿cuánto sufrimiento debía soportar aquella escuálida y renca mujer de San Joaquín de Flores?. ¿Cuántos vejámenes de hombres muy "machos" que la hicieron suya una y otra vez?. ¿Cuántas horas de sexo desenfrenado y enfermizo debió soportar para alcanzar la cima, para volar alto como el águila? ¿Cuánto dolor al sentirse absolutamente sola, sin el apoyo de su familia, de su pueblo y de la nación que la vio nacer?, ¿Cuántas angustias debió padecer para regresar a su patria natal para sentirse tan sola como siempre y sumirse una vez y otra también en el alcohol? ¡Cuánto alcohol debió correr por sus venas para apaciguar sus angustias!
En la novela se citan muchos personajes que pasaron por la vida de Chavela, pero hay uno excepcional: su exempleada Marta. La que le ayudó en sus años de gloria, la que heredó de la misma Chavela la casa donde vivía con su familia, y que luego Chavela fue robándole todo su menaje para convertirlo en tequila, y cuando Marta le reclamaba ella le gritaba "¡es una casa que salió de mis falopios, yo la pagué!", a pesar de ello, Marta no perdía la esperanza de que su "patrona" pudiera recuperarse, a tal punto que llegó a encadenarla de la cama para que no se escapara, mientras ella se iba a trabajar de doméstica.