Hace algo más de dos décadas, nadie sabe por qué, la realidad en la que vivíamos se rompió. De repente, demonios salidos de nuestras más oscuras pesadillas, espíritus del Purgatorio y ángeles venidos del Cielo comenzaron a caminar por la Tierra. Las barreras entre el Cielo, el Infierno y la Tierra se rompieron, y los habitantes de estas dimensiones entraron en nuestro mundo a voluntad.
Al mismo tiempo, humanos ocultistas, estudiosos de lo paranormal, seguidores de doctrinas New Age, descubrieron que sus hechizos y supuestos poderes ahora funcionaban de verdad. Asimismo, antiguas maldiciones como el vampirismo y la licantropía despertaron. Fantasmas ocupaban sus antiguos hogares atormentando a sus descendientes. Brujas y cultos neopaganos surgieron como setas en el otoño después de la lluvia.
Pero quienes realmente prosperaron fueron los demonólogos. Muchos abandonaron sus ocupaciones y se dedicaron exclusivamente a pactar con demonios. Los pactos con demonios se volvieron moneda corriente y podían hacerte muy rico en unos instantes. A cambio, requerían adulación, dolor y sexo.
Una gran pero breve guerra estalló entre ángeles y demonios. Los gobiernos de las naciones más poderosas de la Tierra no sabían a quién apoyar. Entonces se firmó un acuerdo entre las tres partes. Los ángeles tomaron posesión de todas las iglesias cristianas, de cualquier denominación y credo, ocupándose del culto y desplazando a sacerdotes y pastores. Los demonios se retirarían a sus respectivos barrios, situados en todas las ciudades, y no causarían más problemas a gran escala. Las naciones del planeta se desbandarían y solo se permitirían gobiernos locales. Se creó una moneda única, el Eurodolar Esterlino. El comercio entre ciudades continuaba como siempre, pero viajar se convirtió en algo peligroso. Por esa razón se fundó un Gremio de Transportes, donde demonios, ángeles y humanos trabajaban codo con codo para hacer llegar mercancías a sus respectivas urbes. Las ciudades se convirtieron en pequeños feudos dirigidos por alcaldes corruptos y consejos oligárquicos, donde el funcionariado se compraba con favores de todo tipo.
La única nación que quedó intacta y reconocida fue el Vaticano, y nadie sabe por qué.
Y al parecer, nadie sabe el paradero ni de Dios ni de Lucifer.
Finalmente, unos pocos iluminados se dieron cuenta de la nueva verdad universal: "Nuestras creencias determinan nuestra realidad".
Estas son las crónicas de nuestro nuevo mundo, nuestra nueva realidad, nuestras CRÓNICAS BLASFEMAS.