El Diario de campaña de José Martí es una sucesión de apuntes fugaces escritos en Cuba durante la Guerra de Independencia de 1895. Aquí se mezclan las reflexiones sobre el destino de una nación con las descripciones del paisaje, de las comidas o los personajes que rodean a su autor.
Las oraciones yuxtaponen los elementos de un modo casi cinematográfico y confieren a la prosa de Martí un tono cercano al de los escritores de vanguardia de principios del siglo XX. En ocasiones el Diario de campaña recuerda incluso a los diarios de Wittgenstein durante la Primera Guerra Mundial. El libro termina con la muerte inminente de José Martí en Dos Ríos.
La prosa y la poesía de Martí resultan inseparables de su biografía. Él mismo declaró que eran parte indiscutible de su máxima preocupación, que no era otra que la política.
Cronista y crítico excepcional, escribió otros textos biográficos como El presidio político en Cuba (1871). Reflejo de gran fuerza lírica de su condena a trabajos forzados y denuncia de las penurias que sufrían los independentistas cubanos.
Sin embargo, el Diario de campaña destacaba por otro aspecto. Este libro es el Via Crucis de Martí. Queda interrumpido con su muerte en combate. Casi al final, cerca de la muerte, escribe:
Gómez sale, con los cuarenta caballos a molestar el convoy de Bayamo. Me quedo escribiendo con Garriga y Feria, que copian las Instrucciones generales a los jefes y oficiales conmigo doce hombres, bajo el teniente Chacón, con tres guardias, a los tres caminos; y junto a mí, Graciano Pérez. Rosalío, en su arrenquín, con el fango a la rodilla, me trae, en su jaba de casa, el almuerzo cariñoso: por usted doy mi vida. Vienen, recién salidos de Santiago, dos hermanos Chacón, dueño el uno del arria cogida antier, y su hermano rubio, bachiller y cómico, y José Cabrera, zapatero de Jiguaní, trabado y franco, y Duane, negro joven, y como labrado, en camisa, pantalón y gran cinto, y... Avalos, tímido, y Rafael Vázquez, y Desiderio Soler, de dieciséis años, a quien Chacón trae como hijo. Otro hijo hay aquí, Ezequiel Morales, con dieciocho años, de padre muerto en la guerra. Y estos que vienen, me cuentan de Rosa Moreno, la campesina viuda que le mandó a Rabí su hijo único Melesio, de dieciséis años: allá murió tu padre: ya yo no puedo ir: tú ve. Asan plátanos, y majan tasajo de vaca, con una piedra en el pilón, para los recienvenidos. Está muy turbia el agua crecida del Contramaestre, y me trae Valentín un jarro hervido en dulce, con hojas de higo.
Luego vienen unas últimas palabras incomprensibles y acaba con Martí un capítulo clave de la historia de Cuba.