En el siglo XVI España poseía enormes territorios repartidos por todo el mundo. Desde hacía unos años estaba en guerra contra Inglaterra y Francia. Ante los continuos hostigamientos de los ingleses, el emperador Felipe II se decidió atacar a Inglaterra, para asegurar la defensa de sus dominios de Flandes y terminar con los ataques de los corsarios y piratas ingleses a las flotas que regresaban de Indias.
Las provocaciones inglesas eran continuas y la indecisión del emperador terminó cuando la reina inglesa Isabel envió una armada al mando de Drake que atacó Cádiz.
Para ello organizó la invasión de Inglaterra. El brazo ejecutor de esta orden del emperador fue la Felicísima o Gran Armada, que más tarde se llamó la Armada Invencible.
La enorme flota partió de Lisboa Y La Coruña con unos 150 barcos y 28.000 hombres, en julio de 1588 rumbo a Inglaterra.
Por un cúmulo de fatalidades (tormentas, vientos fuertes), el consejo de guerra del duque de Medina Sidonia se reunió, decidiendo su regreso a La Coruña para rearmarse y conseguir víveres, que ya escaseaban.
Entablaron una pequeña batalla en la que no se hundió ningún barco, con la flota inglesa, y emprendieron la vuelta a España dando un rodeo por Escocia e Irlanda, con la armada casi intacta. En el regreso, las fuertes tempestades deshicieron casi totalmente la flota.
El gobierno inglés decidió unánimemente que debían de mandar una contra-armada para demostrar su fuerza a impedir que Felipe II lanzara otra flota con la que intentar restablecer su prestigio perdido y acabar lo que había comenzado.
A finales de septiembre, Isabel de Inglaterra tomó su decisión. Organizaría una gran flota anglo-holandesa que partiría a principios de febrero y ejecutaría un plan complicado, que comenzaba en Lisboa y en Sevilla, atancando a los barcos de la Gran Armada que se pensaba estarían alli.
A principios de marzo de 1589, Isabel ordenó la partida de su flota para el siguiente mes, cambiando el primer punto del plan, sobre la base de las informaciones recibidas de que de la Gran Armada se había refugiado en San Sebastián y Santander.
El veintiocho de abril, la flota, al mando de Drake, y llevando como general de tierra a Norris, se hizo a la mar. Ambos, con patente de corso (piratas "legales"), que habían sido nombrados generales con anterioridad, desobedecieron a la reina inglesa tomando rumbo a La Coruña, con ánimo de destruirla.
Al haber partido desde allí la Gran Armada el año anterior, aquella ciudad era considerada por los ingleses como un símbolo del poder de Felipe II. Si la destruían, conseguirían una acción espectacular que traería gran prestigio y honor a la reina Isabel y a sus súbditos, privando al emperador español de un puerto clave para la próxima invasión.
Existía también el interés de Drake y Norris en conquistarla, al haber recibido noticias de que doscientos barcos repletos de vituallas, municiones y riquezas, se habían refugiado en La Coruña, pero ellos desconocían realmente que esos barcos habían partido, hacía ya semanas, para Lisboa.
Con todo ello, el cuatro de mayo, al amanecer, la gran flota inglesa, que nada tenía que envidiar a la Felicísima, entraba en la bahía de La Coruña con ánimos de no dejar piedra sobre piedra.