flores del espíritu. Tomo I

Maximiliano Ranieri ideó un libro que sería desde la primera página hasta la última un compendio de sabiduría, una sorpresa fortuita, un arquetipo de elegancia, un valiosísimo conjunto de experiencias, un consuelo para los sufridos y un arma para los apurados. Y tras finiquitarlo se interrogó por qué no publicarlo y, poco después, en una de sus usuales encrucijadas, se preguntó para qué.

Este libro utópico querido lector, es un utilísimo conjunto de fragmentos que, conociendo a su autor no se ajustan a ningún género en concreto, decidió hilar en un compendio indescifrable, cool y célebremente ansiado. Esta obra se convertirá en la brevedad en el libro de cabecera de muchos de nosotros. Yo siento que es una bitácora cómo la de Robert Musil la cual fue uno de los más exquisitos signos de todos los tiempos. Pues Ranieri empezó escuchándose, consciente de utilizar una formula antiquísima pero efectiva: conocerse así mismo. Logró situarse de manera admirable a las puertas de su propia disolución como personaje. Es también un ser que se reconstruye ventajosamente en el anonimato de un mundo de paisajes ortodoxos como inciertos y escapar raudamente en el relato de su vida como en el vasto universo de otros. Todo termina siendo el pacto de tanto trabajo literario que engloba lo dicho por Alan Pauls, existe una fatalidad sensacionalista del género, un maniático inventario de hechos y días.

Cuando uno connota la claridad de su escritura resulta clarificador pues todas las tramas se juntan en la unidad de la solución final. Podemos interpretar entre líneas que el autor nos dice que este es un libro que estaba destinado en escribir y que comprendió que era tan bueno que superaría al Quijote. Ojo, no es que tuviera temor en dedicarse a la tarea de escribirlo, sino la más honda de las inquietudes, porque se vio envuelto en una prisión con barrotes por su potencial obra maestra. Cada página transita todas las líneas de la literatura, porque no pertenece a ningún estilo en concreto, sólo es literatura. No es cuentista, no es novelista, dramaturgo o ensayista, sino simplemente escritor. Pero también cuando creemos inocentemente más conocer su tono nos percatamos de que nada sabemos de él, lo que dificulta cuanto podemos decir de su obra. Y nos salva el timbre cuando encontramos su más lúcida declaración de principios.

Es quizás una leve conjetura, pero a ciertos lectores de Ranieri puede dejarles una huella honda e imborrable el punto de vista tan variopinto que éste va adoptando, es como la contraposición a un determinado totalitarismo en las perspectivas de Flaubert o Balzac. Es increíble cómo pudo concebirlo incompleto, labrando en los vacíos y dejando al lector activo que las complete. Posee una levadura omnisciente de distanciarse así mismo, gracias a ese recurso crea un clima de misticismo, de suspenso, por momentos de angustias, Tiene su escritura la exuberancia de Bolaños que sentenció el mito de la magnificencia del boom de la literatura latinoamericana al transitar por caminos vagabundos. Tal como lo hizo en Los detectives salvajes y en 2666.

Para finiquitar vale decir que esta es una escritura peligrosa, que puede cerrar contacto con los otros y confinarnos al autoexilio, pero también es la coartada perfecta para decirnos a los escritores que debemos escribir y escribir solamente acerca de los paradigmas y complejidades que nos plantea nuestra vocación, En este caso confieso que Las flores del espíritu sorteará las dificultades que las épocas pueden plantearle.

Yohei Moriya Miyakawa
Puerto Malabrigo, agosto de 2022