About the Book
Últimos años de la década de los 80, Barcelona: una de las noches más calurosas del verano ha caído sobre la ciudad, la heroína, que amenaza acabar con una generación del país, campa a sus anchas por las calles, al igual que los prejuicios, la delincuencia y una cruenta lucha de clases que calienta la ciudad casi más que el verano. Los vecinos de un barrio cualquiera del extrarradio se preparan para superar las próximas horas de sus aciagas vidas. Hace tan solo unos meses que la banda terrorista ETA ha provocado una masacre en el centro comercial Hipercor, y apenas nos hemos acostumbrado a la idea de que la democracia pueda seguir siendo una realidad cotidiana en nuestras vidas. Lucía, una chica de diecinueve años que tuvo que abandonar prematuramente los estudios para ayudar en casa y que, debido a ello, se siente cansada, desencantada de la vida casi antes de haber comenzado a vivirla, se dispone a salir a tomar una copa con unas amigas: siempre alerta, siempre asustada (al borde de la obsesión) por la violencia que los hombres son capaces de ejercer contra las mujeres, contra una chica joven como ella.
Josefa es incapaz de conciliar el sueño. Se encuentra en su apartamento, el hogar que comparte junto al que ha sido durante los últimos sesenta años el amor de su vida, Aurelio, su marido, que agoniza en el dormitorio. El cáncer no da tregua, y Josefa siente en lo más hondo de su ser que ha llegado la hora. Sentada en el sofá, frente a una taza de manzanilla, recapitula lo que ha sido la vida junto a su marido a lo largo de las últimas cinco décadas.
Salem, que se dispone a comenzar el turno de noche en su taxi, nació en Barcelona hace cincuenta años, pero, debido al color de su piel, la sociedad no le deja olvidar que, para muchos, él es un ciudadano de segunda.
Juanito y Quique son hermanos, pero no se llevan bien. Sus padres se encuentran una vez más ausentes este fin de semana, y Juanito, que de un tiempo a esta parte se ha empeñado en que su hermano le llame Johnny, ha quedado con su novia y piensa que lo mejor será librarse de su hermano pequeño, al que deja en la calle sin miramientos. A Quique no parece importarle, hace una buena noche de verano y, además, se ha hecho con el alijo que Juanito, el infame Johnny, escondía en su armario.
Dorotea da vueltas y más vueltas en el comedor de su casa, inquieta, aterrada; no se atreve a llamar a la puerta del cuarto de Paquito, su hijo, que cayó años atrás en el abismo de las drogas, la peor pesadilla de una madre. La desesperación la ha llevado al borde del abismo, y siente que rememorar los viejos tiempos, los felices y los terribles, es lo único que puede mantenerla cuerda esta noche.
Patrocinio, a sus 82 años, se siente vieja, cansada, una anciana a la que el resto de la sociedad mira por encima del hombro y tratan con condescendencia, como si se tratara de una cría, en lugar de valorar sus años de experiencia. Y sus vecinos... Ellos son lo peor. Todos ellos, sin excepción, la odian. Está convencida de ello. Pero ya les enseñará ella: la noche es larga y los ancianos duermen poco.
Andrés espía a través de la mirilla de la puerta, en silencio. La chica, al otro lado, espera el ascensor. Él está cada vez más excitado. Hace ya un tiempo que está obsesionado con su vecina, una chica varias décadas más joven que él, casi una niña. Pero no puede remediarlo, se siente incapaz de controlar sus impulsos, y eso es lo que más teme. ¿Soy un monstruo?, se pregunta con el auricular del teléfono en la mano. Así empezó todo, ¿verdad? Unas llamadas obscenas, su falta de control y... Los personajes se irán encontrando a lo largo de la noche, tejiendo un mapa de historias cruzadas que nos mostrará, sin pelos en la lengua, la cruda y compleja realidad que se vivió en la España de los años 80, muy alejada de la edulcorada imagen que a veces puede traer la nostalgia a nuestra memoria.