About the Book
Este poemario de Ligia Isabel Guerrero, "Mi Alma se Desnuda," está construido, se levanta, sobre varias dicotomías: juventud-vejez, amor-desamor, recuerdo-olvido, sueño-realidad, amanecer-anochecer, y muchas más que dan a esta poesía su permanencia y claridad. Es un desnudo, o un desnudarse, casto y continuo que nos acerca al desnudo de los pintores impresionistas, un desnudo iluminado por el sol, que se aproxima al lector, o al que lo ve, no de un modo amenazante, como ciertos desnudos expresionistas, sino invitándonos a un viaje del amor que nace de lo cotidiano, del amor de todos los días.
Soñar la vida, vivir el amor, vivir la vida del amor que se entrega sin reclamar ni pedir nada. Un amor que está en todas partes, en toda la naturaleza: el río, la montaña, en la Madre Tierra. Una naturaleza que es todo amor, y que nos lleva al otro amor, a un amor panteísta que se sueña despierto: el amor a Dios, ese amor que está en la naturaleza. Toda la naturaleza es Dios, y es el reflejo del amor de Dios. El aspecto religioso del amor es otra presencia en este poemario de Ligia "Mi Alma se Desnuda." Oigamos esas múltiples voces de Ligia: "que yo tengo un gran Dios," "la grandeza del Eterno," "siempre tu grandeza, Señor."
Pero no se crea que el amor no tiene riesgos, todos los amores son asechados por peligros en la tierra, en el mar, en el aire: el olvido y la traición, un amor no correspondido, fallido. Y ese otro peligro: la rutina del amor o del amar. La falta de comunicación entre los amantes.
Uno de los leit-motif de esta poesía es la mirada que encontramos a lo largo de ese viaje: niñez, infancia, juventud, la vida otoñal. En esa invitación a amar que nos ofrece Ligia, la mirada descubre y esconde el amor. Con la mirada se ama al otro o a la otra. con la mirada se inicia el descubrimiento, la comunión del amor. Entre el que mira y el mirado o mirada se ama al otro o a la otra, con la mirada se inicia el descubrimiento, la comunión con el amor. Entre el que mira, y el mirado o mirada, existe un espacio vacío, que tiene que llenarse con el amor. La mirada, los ojos, son el espejo del alma, la mirada es ese puente que comienza a lanzarse, para dar inicio a los juegos del amor.
Y esta memoria, que es otra forma de amar, de revivir el amor. El amor a un país, a una ciudad, Nicaragua, Granada. Ligia tiende ese puente-memoria, y ese puente es atravesado por la vida. Recuerdos del amor que se avivan con la presencia de un país, de una ciudad. El tiempo que pasa, el tiempo que puede apagar o reavivar, encender esa llama del amor. El demonio de la rutina asecha a los amantes. El otoño y la vejez aguardan inmisericordes a la primavera y a
la juventud. Amor de juventud, primaveral, y amor de otoño, con su propio encanto y desencanto, con sus pérdidas y sus ganancias, que se escriben en la columna de la vida de los amantes.
Ligia Isabel Guerrero, la amante del amor, que no se cansa de esa alegría y la angustia del amar, nos recuerda el desnudo de las castas figuras danzantes de la pintura Rupestre, o las danzantes egipcias desnudas o semidesnudas que cubren las paredes de los templos y palacios. Pero hay también en el título del poemario, algo misterioso y místico, esa alma que se desnuda para presentarse en la pureza de las gracias. El desnudo en la poesía, la desnudez, como pureza, la encontramos en Darío: El alma que entra allí deber ir desuda, temblando de deseo y fiebre santa,
Alma mística que se adentra en la luz. Y otra vez en Darío: de desnuda que está, brilla la estrella,
Y en Juan Ramón Jiménez la desnudez nos recuerda la pureza de la poesía: ..Mas se fue desnudando y yo le sonreía.
Donde la túnica de la desnudez es "la inocencia antigua". Y termina Juan Ramón diciendo: ¡Oh pasión de mi vida, poesía desnuda, mía para siempre! Ligia nos entrega el legado de su poesía, desnuda de toda maldad y engaño, para entregarnos el am