Un escrito recriminatorio, en defensa de la memoria de esa generación de mujeres, que pasaron toda su amarga existencia, bajo el yugo de la obediencia a sus maridos, al servicio de su familia, y al puñetero ladrón de libertades: «el qué dirán».
Sea también reproche para la adoctrinada formación educativa, en una época franquista, donde de forma orquestada por los diferentes estamentos sociales, se buscaba la inexistencia de la misma, bajo la aplicación de un directo tutelaje, creado, para obtener serviciales y dóciles españolas, al servicio de sus mandatarios y clases acomodadas.
Sin pobres, no hay ricos. Eso, sin duda alguna, tiene un claro origen: la desigualdad de oportunidades. En esta receta, faltaría un ingrediente más: sin analfabetos, no hay listos; no he querido decir personas con buena formación y estudios, he querido decir sin ambigüedades, listos, listillos, aprovechados, y espabilados.
El llegar a este mundo, dentro de una humilde familia, por muchos esfuerzos que realizaras en tu vida, te auguraba pobreza en tu devenir personal. Por el contrario, el que la cigüeña te colocara dentro del seno de una familia pudiente, casi con toda seguridad, te daría las oportunidades para triunfar, y tener bienestar a lo largo de tu existencia.
Ninguna igualdad de posibilidades. Tu suerte estaba echada nada más nacer, y a buen seguro, desfavorable para ti, si llegaste a este mundo, con el sexo de: «hembra».
Curiosa la forma en la que se diferenciaban los dos sexos, por ejemplo, en el DNI, que era: Varón y Hembra.
Así transcurría la sociedad de la posguerra en nuestro país, y en muchos años posteriores dentro del siglo XX. Las diferentes oportunidades quedaban patentes, y aún hoy, nos permite evaluar, cuan variadas puede ser en el futuro de un niño nacido de padres pobres, en un entorno rural, frente al de uno de progenitores con buena formación académica, y en un ambiente urbano.
Ascendido un escalón en el tiempo, y llegado el siglo XXI, las mujeres siguen luchando todos los días, por una igualdad, y una sociedad más justa, para con el llamado, «sexo débil».
Débil, ¿por qué?