551 e. c. El destino de dos imperios yace en los dedos de una niña de 12 años.Diez años han transcurrido desde que una plaga cobró la vida de decenas de millones en todo el mundo conocido. Los romanos orientales, desde su capital en Bizancio, luchan por reconstruir Italia y el norte de África, recientemente restaurados al imperio durante las campañas del emperador Justiniano y los generales elegidos por la emperatriz Teodora, quienes lograron lo que la mayoría pensó era imposible al revertir más de cien años de decadencia romana, revocando mil años de doctrinas y tradiciones militares obsoletas. Pero su control es frágil. Con los ejércitos bizantinos ocupados en el occidente y los disturbios religiosos en su propio territorio, Persia, la perenne rival de Roma, percibió su debilidad y aprovechó el momento para abrir un frente oriental contra los bizantinos. A diferencia de las guerras romano-persas anteriores que se disputaban tierras fértiles y ciudades prósperas en Siria, esta guerra brutal enfrenta a los ejércitos romanos y persas en las frías y desiertas montañas de Lazica, un páramo más allá de los límites de ambos imperios. Agotado por las guerras en el este y el oeste, el consistorio de Justiniano-sus consejeros más cercanos-dirige su atención a los efectos nocivos del comercio de la seda. ¡Seda! Una fibra milagrosa. Más suave que el algodón, más fuerte que el hierro. Durante dos mil años sus orígenes han sido un misterio, mientras que los pueblos del Mediterráneo avivaban un antiguo e insaciable apetito por la preciada tela. Ahora, este apetito amenaza con revertir todos los logros de Justiniano al desviar recursos del tesoro imperial ¡para pagar a los persas por su seda!Pero el destino tenía otros planes. En su hora más oscura los bizantinos encontraron ayuda con la llegada de monjes extranjeros que afirmaban conocer el secreto del origen de la seda. Ofrecieron asociarse con los bizantinos en una misión para regresar a su patria, recuperar los secretos de la seda y liberar a Bizancio de la odiada dependencia de sus enemigos. Pero este grupo de espías enfrenta una limitación: las artes de la seda no pertenecían a los hombres. Para tener éxito, necesitarían de habilidades conocidas sólo por las mujeres. Encontraron a su cómplice en Anastasia. Juntos emprenderían una hazaña de espionaje industrial del siglo VI para desentrañar los misterios de la seda y robarlos de un imperio distante en la tierra más allá de la India, conocida por los bizantinos sólo como ¡Serinda!