Nunca fue tenido en cuenta hasta que interpretó "Forrest Gump", pues ni siquiera "Philadelphia", ni mucho menos "La hoguera de las vanidades", consiguió atraer hacia él la atención de los críticos. Hasta entonces nadie sabía cómo encajarle, pues podría ser un actor gracioso, un mediocre actor dramático o una reencarnación de James Stewart, comparación esta que ahora nos parece correcta, pero que antes hacía rasgar las vestiduras a más de uno. Su cara era simpática, que es lo mismo que decir sin interés especial, y por ello encajaba perfectamente en películas dedicadas a los jóvenes, como es el caso de "Despedida de soltero" o "Big", pero no conseguía entusiasmar a las jovencitas, lo que equivale a no tener nunca un club de fans. Y así estuvo muchos años hasta que a un director despistado llamado Jonathan Demme se le ocurrió darle el papel de un abogado enfermo de Sida. Con el tiempo, este genial y atractivo actor ha demostrado ser igualmente un buen intérprete de comedias y dramas, habiendo conseguido en los años noventa surgir como uno de los actores de Hollywood más aclamados. Hanks se quedó en Nueva York y debutó como Su primer trabajo importante en el cine fue junto a la actriz Daryl Hannah en la comedia de Ron Howard, "1,2,3... Splash" (1984), en la cual una sirena tiene que ser protegida por Hanks, aunque como sabemos tienen problemas para mantener relaciones sexuales. Su gran habilidad como cómico continuó con "Despedida de soltero" (1984)) y con "Esta casa es una ruina" (1986). Anteriormente, en 1980, había intervenido en el filme "Sabe que estás sola", trabajo por el cual recibió solamente 800 dólares y no pocos desprecios. Ese salario se vio incrementado en 60.000 dólares cuando co-protagonizó "1,2,3... Splash" en 1984. En 1988, Hanks modificó su trayectoria con dos actuaciones diferentes que tuvieron gran éxito: una en la comedia "Punchline" (Lo que cuenta es el final), y la otra cuando se metió en el cuerpo de una persona 35 años mayor en "Big" de Penny Marshall. Por este trabajo fue nominado al Oscar como el mejor actor, aunque el premio recayó finalmente en Dustin Hoffman. Su imagen empezaba a quedar definida a su pesar, pues la gente le mencionaba como ese actor con cara de buen chico, torpe y sin ambiciones que siente miedo de acostarse con la chica más guapa de la película. Indudablemente, eso agradaba a los padres y a las chicas desengañadas de chicos guapos y ligones, pero no era suficiente para motivar pasiones entre los aficionados. Los grandes esfuerzos de Hanks para interpretar personajes diferentes no siempre tenían los resultados deseados. Su trabajo en esa película sobre las finanzas de Wall Street "La hoguera de las vanidades" (1990), fue considerado como un gran error que abarcó incluso a su director Brian DePalma, aunque ahora la veamos con mucho más interés, especialmente a causa de sus protagonistas. Su siguiente intento para mejorar su imagen llegó con "Ellas dan el golpe" (1992), también dirigido por Marshall, y tuvo más éxito, pudiendo ver a un Hanks diferente bebiendo y mascando tabaco. Cada vez, reconozcámoslo, más cerca de la imagen de James Stewart.Hanks continuó después con su decidida línea inaugurada con "Ellas dan el golpe", moviéndose en el cómodo terreno de las comedias románticas como en "Sleepless in Seattle" (Algo para recordar, 1993), junto a Meg Ryan, luchando perfectamente por lograr el cambio de joven a hombre maduro. Pero los aficionados tendrían reservada una nueva sorpresa cuando le vieron moviéndose en un tema ambicioso y delicado en el filme "Philadelphia" (1993), una idea bien intencionada de Jonathan Demme en la que Hanks interpreta a un hombre que es despedido de su trabajo cuando se descubre que tiene Sida. Podía haber sido el inicio del desastre, puesto que abandonaba su imagen de buen chico, pero, muy al contrario, le otorgaron el Oscar al mejor Actor.