La vida corre por la sangre de Yerma. Está casada con un hombre honesto, bondadoso, trabajador, fiel. Sin embargo, ella vive un dilema freudiano, ¿existe el amor sin ningún tipo de deseo sexual? ¿puede su buen marido hacerla feliz sin desearla?, puede, ¿darle una vida intensa y plena?
Yerma vive con un nudo en la garganta. A la vez no puede articular del todo qué quiere. Porque tras lo que manifiesta hay siempre en ella más misterio.
Necesita vida, pasión, ser mujer y una amargura perpetua la acecha. No saber qué quiere es casi tan doloroso como la indiferencia sexual de su marido: ¿Quiere ser madre, quiere ser deseada, quiere ser plena?
Nunca lo sabremos del todo y ese es uno de los encantos y misterios de esta obra.
Yerma es un poema trágico en tres actos y seis cuadros, escrito entre 1933 y 1934, remite a una sociedad arcaica, instalada en un pequeño pueblo rural de Andalucía.
Descrita por su autor como una obra sin argumento, Yerma se centra en el complejo conflicto interno de su protagonista. De hecho, se podría decir que el resto de los personajes están allí para hacer evolucionar este conflicto, o para mostrarlo desde distintas perspectivas. En el centro de este dilema están los deseos de ser madre de Yerma y la imposibilidad de tener hijos (al menos con su marido).
El talento de Federico García Lorca va incluso más allá de este dilema.
Cada vez que leemos Yerma se nos revela una arista más profunda del afán de buscarnos a nosotros mismos y de nuestra insaciable incapacidad para encontrar alguna forma de epifanía.